— Te lo ruego, hijita, ten piedad de mí, hace ya tres días que no he comido ni un pedacito de pan, y no me queda nada de dinero —suplicaba la anciana a la vendedora.
Un fino viento invernal calaba hasta los huesos, envolviendo las viejas calles de la ciudad, como si quisiera recordar los tiempos en que aún vivían allí personas con corazones cálidos y miradas sinceras. Entre las paredes grises y los letreros descascarillados se encontraba una mujer mayor, cuyo rostro estaba surcado por una red de finas … Read more