Lucha Villa y las secuelas irreversibles de la tragedia que apagó su deslumbrante carrera
En la farándula mexicana pocas figuras ha habido como Luz Elena Ruiz Bejarano (Camargo, Chihuahua, 1936), más conocida como Lucha Villa, legendaria cantante de gran presencia y actriz de notable instinto, tenía una belleza particular que la hacía destacarse en cualquier lugar.
Esto, junto con su estatura (1.75, que para el promedio mexicano la hacía una mujer usualmente más alta que sus compañeros de escena) no solo le valió ganarse el afectuoso apodo de ‘La grandota de Camargo’, también le generó una inseguridad que fue creciendo y a la larga la llevó a sufrir una dismorfia corporal que buscó remediar mediante la cosmética, lo que ella consideraba defectos físicos (sus caderas, su cintura, su peso y hasta su estatura), aunque esta inseguridad la ocultaba ante el público, mostrándose siempre como una norteña grande, echada para adelante y muy segura de sí
Además de cantar — su primera grabación fue en 1961, ‘La media vuelta’, que años más tarde regrabó Luis Miguel— y tener temas inolvidables de grandes compositores, como Juan Gabriel, ‘Ferrusquilla’, José Alfredo Jiménez o Rubén Fuentes, como ‘No discutamos’, ‘A medias de la noche’, ‘Amanecí otra vez’, ‘Qué bonito amor’, ‘Tú a mí no me hundes’ ‘De parte de quién’ y ‘Cielo rojo‘, entre otras, que la hicieron una favorita en la radio y tener un gran seguimiento que la acompaña, incluso ahora que lleva casi 30 años retirada.
Su segundo Ariel le vino en 1978 por ‘El lugar sin límites‘, de Arturo Ripstein, en la que interpretó a ‘La japonesa’, como una madame que se hace de la vieja casa que le alquila como burdel al cacique del pueblo (Fernando Soler) al ganarle la apuesta de llevarse a la cama a ‘La Manuela’, el travesti homosexual personificado por Roberto Cobo ‘Calambres’, ambos en las mejores actuaciones de su vida.
Sus últimos dos filmes relevantes datan de 1993; la insólita ‘Encuentro inesperado‘ dirigida por Jaime Humberto Hermosillo donde interpreta a una diva de la canción que es cuestionada por su mucama (una formidable María Rojo), que puede o no ser su hija ilegítima; y ese mismo año se estrena la aclamada ‘Lolo’, de Francisco Athié, donde encarna a la miserable pepenadora doña Rosario, un personaje que no tenía nada qué ver con su glamour personal, ganándose el premio de la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York (ACE) como mejor actriz de reparto.
La fatal operación tuvo lugar el 14 de agosto de 1997, y le fue practicada en Monterrey. Encabezó la intervención el cirujano plástico Eugenio Pacceli, quien fue objeto de la querella legal que interpusieron los tres hijos de Lucha: Rosa Elena, Carlos Alberto y María José, a raíz de esta mala praxis.
Según reportaron medios de la época, durante el procedimiento de liposucción, la paciente cayó en paro cardiorrespiratorio y la anestesióloga procedió a aplicar maniobras, pero se presentó asistolia y el corazón comenzó a fibrilar; la artista fue llevada al Hospital Muguerza de la capital de Nuevo León y al ser admitida en urgencias se indicó que su cerebro había durado menos de dos minutos sin oxígeno, lo que después fue debatido por los médicos que le salvaron la vida, quienes dijeron que dado el daño al córtex del cerebro, la intérprete había pasado más de cinco minutos sin irrigación sanguínea en sus neuroconductores.
Al cabo de nueve días del incidente, el doctor Pacceli aceptó hablar con los medios de comunicación que se agolpaban en la clínica de Monterrey, para conocer el estado de salud de Lucha y cómo ocurrieron los hechos. Categóricamente el galeno rechazó que su clínica careciera del equipo necesario para realizar el procedimiento, de paso aceptando ser el único responsable del percance.