FIN DE LOS TIEMPOS: Padre mata a bebé de 4 años, quería que ella hiciera… Ver más

Un brutal crimen sacudió a la ciudad de Cariacica, en Espírito Santo, y dejó a la comunidad en estado de shock. La muerte de la pequeña Maya Pereira, de tan solo un año, dejó al descubierto una cruel realidad que se esconde tras los muros de muchos hogares: la violencia doméstica contra los niños.
El principal sospechoso, el padre del niño, un joven de 19 años, confesó el crimen el sábado 17 de mayo. La tragedia arroja luz sobre los peligros de la inacción y el devastador costo del silencio.

 

Confesión voluntaria y revelaciones inquietantes
En la mañana del domingo 18 de mayo, el sospechoso se presentó voluntariamente en la comisaría local.
Sin resistirse, le dijo a la policía que había quitado la vida a su propia hija. La frialdad del testimonio y la naturaleza de los detalles descritos sorprendieron incluso a los agentes más experimentados. Tras la confesión, el hombre fue trasladado a un centro de triaje, donde permanece detenido a la espera de la decisión judicial que determinará su futuro.
El cuerpo de la niña fue encontrado en la casa donde vivía con sus padres. Los expertos identificaron múltiples lesiones, incluidos hematomas en varias partes del cuerpo y una marca de mordedura en el brazo izquierdo del niño. La escena indicaba una rutina de malos tratos que culminó en un desenlace irreversible.
Una historia ignorada: vecinos denuncian ataques previos
Para los vecinos, el asesinato no fue precisamente una sorpresa. Rafaela Karina Santos, quien vivía cerca de la familia y era considerada una “tía” por su cercanía emocional con Maya, reveló que la violencia ya era recurrente.
Según ella, los ataques eran frecuentes, pero rara vez se denunciaban formalmente. Ya le había pegado a su esposa varias veces. Con Maya, fue peor. Decía que su llanto lo volvía loco. Hubo un día que no fue a trabajar solo para pasar el día golpeándola, dijo Rafaela.

El vecino también informó que durante una de las sesiones de agresión al niño le rompieron uno de sus brazos.
El hecho, sin embargo, no fue comunicado a las autoridades, lo que revela el alcance del miedo y la normalización de la violencia dentro de la comunidad.

Aislamiento y agravamiento de la violencia
Otro factor que puede haber contribuido a la escalada de agresión fue el aislamiento. La familia se había mudado temporalmente a una zona rural, lejos de su red de apoyo y de la mirada atenta de amigos y vecinos.
Durante este período, los rumores sobre supuestas dudas sobre la paternidad de Maya habrían intensificado la hostilidad del padre. El regreso de la familia al antiguo barrio reavivó los episodios de violencia, pero nadie esperaba que la situación terminara en una tragedia tan grave.

La omisión que cuesta vidas

 

La madre del niño también prestó declaración ante la Policía Civil. Pese a las sospechas de colusión o negligencia, fue liberada por falta de pruebas de participación en el crimen. Sin embargo, las investigaciones continúan y en los próximos días debería surgir nueva información.

La policía investiga si hubo negligencia por parte de la madre y si otras personas cercanas a la pareja estaban al tanto de las agresiones.
La expectativa es que la conclusión de la investigación ayude a comprender los factores que permitieron que la violencia continuara durante tanto tiempo sin una intervención efectiva.
Una comunidad de luto y en alerta
Tras hacerse público el caso, vecinos del barrio donde vivía la familia organizaron una pequeña vigilia en honor a Maya.
Velas, carteles y gritos de justicia tomaron la calle frente a la casa donde la niña pasó sus últimos días. El estado de ánimo es de rebelión, tristeza y autorreflexión.
El asesinato de Maya reaviva el debate sobre la eficacia de las políticas públicas para proteger a la infancia y el papel de la sociedad en la denuncia de los casos de violencia doméstica.
La falta de denuncia, por miedo o desconfianza en las instituciones, sigue siendo uno de los mayores obstáculos para prevenir delitos como este.

La importancia de la denuncia y la vigilancia comunitaria
El caso de Maya es más que una tragedia familiar. Es el retrato de un problema sistémico. La violencia contra los niños, especialmente dentro del hogar, sigue siendo uno de los delitos menos denunciados en el país.
A menudo, las señales están ahí (moretones, llanto constante, aislamiento), pero se ignoran, se naturalizan o se ocultan bajo el velo de la privacidad familiar.
Los expertos destacan que combatir la violencia doméstica requiere de una acción colectiva: vecinos atentos, profesionales de la salud y de la educación capacitados para identificar señales de abuso y autoridades comprometidas a actuar con rapidez.