ÉL LE PROPUSO MATRIMONIO EN BROMA A UNA MUJER LOCA EN LA CALLE — PERO LO QUE ELLA LE RESPONDIÓ HARÁ QUE LLORES

Episodio 1 – La Broma que Encendió el Pasado

Daniel nunca fue un hombre serio.
Su vida giraba alrededor de vistas, likes y comentarios. Era joven, atractivo y con un carisma que lo había convertido en una estrella emergente de YouTube. La mayoría lo admiraba; otros lo odiaban. Pero lo cierto era que nadie quedaba indiferente.

Ese día, frente a la oficina de correos abandonada, encontró a la mujer de la que todos hablaban.
La loca. La maldita.
La que nadie quería mirar a los ojos.

Él solo vio una oportunidad.

“Esto va a romper el internet”, le dijo a Tom, su camarógrafo y mejor amigo.

Tom dudó. Algo en aquella mujer le daba escalofríos. Pero la ambición de Daniel siempre era más fuerte que el miedo.

Y así, frente a decenas de curiosos, Daniel se arrodilló con un anillo de juguete y le pidió matrimonio.

El silencio que siguió no fue el que esperaba.
Ella lo miró con ojos vidriosos, como si hubiera estado esperando ese instante toda la vida.

 

 

Sus labios se movieron apenas. Nadie oyó lo que dijo. Nadie excepto Daniel.

Y lo que escuchó lo dejó helado.

Lo llamó por un nombre que ya no existía en su vida. Un nombre que solo su hermana menor, Sofía, le decía… antes de morir en un incendio, cuando él tenía apenas siete años.

Un incendio del que él salió corriendo.
Un incendio del que ella nunca volvió.

“Me dejaste morir”, dijo la mujer en voz alta.

El eco de esas palabras hizo temblar a Daniel. Y en medio de las risas nerviosas y los murmullos, la mujer dejó caer otra bomba:

“Todavía llevo el anillo que me diste… incluso en la muerte”.

 

 

 


Episodio 2 – El Pasado que No Muere

Esa noche, Daniel no pudo dormir.

El recuerdo del incendio volvió con fuerza: las llamas, el humo, los gritos de Sofía pidiendo ayuda. Y él, paralizado por el miedo, corriendo hacia la calle mientras la casa se derrumbaba.

 

 

Su madre nunca lo perdonó.
Su padre nunca lo volvió a mirar igual.
Y Daniel enterró ese recuerdo tan profundo que casi logró olvidarlo.

Hasta ahora.

¿Quién era esa mujer? ¿Cómo sabía su secreto?

Tom, asustado, insistía en que lo mejor era borrar el video y olvidarse de todo. Pero Daniel no podía. Algo en esa mujer lo ataba, lo perseguía.

 

 

Al día siguiente volvió al lugar. Ella no estaba. Solo quedaban cartones y el eco de su canción.

Un vecino anciano lo detuvo.
—La buscas, ¿verdad? —dijo con voz rasposa—. Te lo advierto, muchacho: esa mujer no es de este mundo.

Daniel lo miró incrédulo.
—¿Qué quiere decir?

—Que lleva más de veinte años apareciendo y desapareciendo por este barrio. Siempre igual, sin envejecer. Como un fantasma atado a algo que nunca resolvió.


Episodio 3 – La Verdad Oculta

Daniel comenzó a investigar.

Revisó archivos viejos, periódicos, registros de incendios.
Y entonces encontró la noticia:

“Tragedia en la familia Ramírez. Una niña, Sofía Ramírez, de 9 años, muere en un incendio mientras su hermano mayor logra escapar.”

La foto lo quebró. Era ella. Sofía.
La misma mirada. La misma sonrisa.

Pero… ¿cómo podía ser la mujer de la calle su hermana, si Sofía había muerto?

Lo peor fue cuando descubrió otra cosa: el cuerpo de Sofía nunca fue recuperado. El incendio había reducido todo a cenizas.

Su madre siempre lo dijo entre lágrimas:
—No encontré a tu hermana. Tal vez Dios se la llevó… o tal vez sigue buscándote.


Episodio 4 – El Encuentro

Una semana después, Daniel la encontró de nuevo.

Estaba sentada en la banca de un parque, tarareando su eterna canción.
Él se acercó temblando.

—Sofía… —susurró.

Ella levantó la vista. Sonrió.
—Sabía que volverías.

Daniel cayó de rodillas frente a ella.
—No puede ser… tú moriste.

—Morí —respondió con calma—, pero sigo aquí porque tú nunca cerraste mis ojos. Porque me dejaste sola.

Daniel lloró como no lo hacía desde niño.
—Perdóname…

Ella lo miró fijamente.
—El perdón no basta, Daniel. Debes elegir: seguir huyendo o enfrentar el fuego otra vez.


Episodio 5 – El Juicio del Fuego

Esa noche, Daniel soñó con el incendio.
Pero esta vez no era un niño. Era él mismo, adulto, entrando en la casa en llamas.
Y allí estaba Sofía, atrapada, esperando.

 

 

Despertó con la certeza de que debía volver a la casa donde todo comenzó.

Junto con Tom, viajó hasta el terreno abandonado donde la vieja casa de su infancia había quedado reducida a ruinas.

Y allí la encontró.
La mujer. Sofía. O lo que quedaba de ella.

Entre cenizas y humo invisible, lo miró por última vez.
—Te esperé tantos años, hermano. Todo lo que quería era que volvieras por mí.

Daniel entró en el terreno, aunque sus piernas temblaban.
—Ya estoy aquí. No te voy a dejar otra vez.

Ella sonrió. Por primera vez en décadas, dejó de tararear.
Se levantó, extendió la mano… y poco a poco su cuerpo comenzó a desvanecerse.

—Gracias…

Y desapareció.


Episodio 6 – El Precio de la Redención

Daniel cayó de rodillas entre cenizas, sollozando.
Pero esta vez no era culpa. Era alivio.

Tom lo ayudó a levantarse.
—¿Qué pasó? —preguntó.

—La dejé ir… —susurró Daniel—. Por fin la dejé descansar.

El video jamás se publicó.
Daniel desapareció de las redes sociales durante meses. Cuando volvió, ya no era el mismo bromista vacío de antes. Ahora usaba su plataforma para hablar de segundas oportunidades, de perdón, de enfrentar los propios demonios.

La gente pensó que era un cambio de imagen.
Solo Tom sabía la verdad.


Epílogo – Los Finales de Cada Uno

Daniel: Encontró paz después de años de cargar con su culpa. Aunque la fama siguió, nunca volvió a usarla para humillar o burlarse. Se convirtió en alguien que ayudaba a otros a sanar.

Sofía: Su espíritu, atrapado por el dolor y el abandono, pudo descansar cuando Daniel enfrentó su pasado y volvió por ella. Su canción dejó de sonar en las calles.

Tom: Fue testigo de lo imposible. Guardó el secreto para proteger a Daniel, pero en su corazón siempre supo que había presenciado algo sobrenatural.

La Ciudad: Dejó de hablar de la mujer loca de la oficina de correos. Con el tiempo, se convirtió en leyenda urbana, pero quienes estuvieron allí ese día sabían que no era un mito, sino una verdad demasiado oscura para contarse.

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